El acecho permanente
Escrito por Ricardo Ciliberto Bustillos   
Lunes, 13 de Enero de 2025 00:00

altSe le atribuye al general José Tadeo Monagas la famosa frase: “La constitución sirve para todo”, palabras lapidarias que continúan teniendo una enorme vigencia en la historia patria y sobre todo en estos difíciles días.

Cierto que el general Monagas fue un héroe de la independencia. Sin embargo, ese “afán militarista” de gobernar al país en todos los tiempos y a troche y moche, dio como resultado lo que se llamó el “monagato”, período en el cual el hermano, hijos y hasta sobrinos tuvieron una figuración no tan ilustre en el panorama político nacional. Desde que asumió la presidencia en 1847, José Tadeo Monagas marcó una manera muy “sui generis” de conducir la administración pública, por lo que esta no estuvo exenta de revueltas, alzamientos, episodios deplorables y un sinfín de posiciones y conductas reñidas con el sosiego, la estabilidad y normalidad social, política y económica. En 1868, se jugó su última carta con la Revolución Azul, falleciendo el 18 de noviembre de ese mismo año.

“La constitución sirve para todo”, máxima ha sido tomada muy en serio por la gran mayoría de los gobiernos posteriores. Antonio Guzmán Blanco y Juan Vicente Gómez, valga el ejemplo, pueden calificarse como los campeones de los cambios, las reformas y transgresiones constitucionales.

Obviamente, que nos sumamos a aquellos que sostienen que no habrá repúblicas o fuertes democracias si estas no fundamentan su ejercicio en el respeto y aplicación de sus constituciones y -en consecuencia - en el sano y natural desenvolvimiento de sus más importantes instituciones.

En estos complejos momentos, la vulnerabilidad y sobre todo la condición precaria de nuestros poderes públicos, han sido constatadas y expuestas sin tapujo o disimulo. Todos los organismos, sin excepción alguna, han sufrido los embates del voluntarismo, del poco apego al orden jurídico, y mucho menos al sagrado deber de resguardar y respetar los derechos individuales.

Preocupa -sobre manera- que sigamos por este nefasto camino de la omisión, cuando no de la contravención constitucional. A estas alturas del siglo XXI, en un país como el nuestro, con una larga tradición democrática, parecía imposible (aun cuando los demonios de la autocracia anden sueltos) que estemos navegando en estas anticuadas y perversas aguas.

La historia, más allá de la opinión en contrario que algunos esgrimen, sí enseña. El quebrantamiento permanente de la legalidad no es una opción, así como rendirse o postrarse ante la adversidad de las circunstancias. Nuestro ilustre catedrático José Rodríguez Iturbe ha señalado acertadamente que hay un derecho humano que tiene que ver con la dignidad. Y ésta debe ser inviolable.

La historia, tarde o temprano, cobra sus alteraciones y mucho más los descarríos y yerros. La democracia, como más de una vez lo hemos asentado, no es una percepción, sino una convicción. Esto último, en algunos grupos o círculos que no vale la pena mencionar, no ha sido entendido, debidamente. Los espíritus antojadizos y autoritarios de Monagas, Guzmán Blanco, Gómez y algunos otros, siguen acechando.

De eso no hay duda.

|*|: Especial para www.opinionynoticias.com

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