De la ciudad minada |
Escrito por Luis Barragán | X: @luisbarraganj |
Lunes, 27 de Noviembre de 2023 00:00 |
Para nadie secreto, nuestras grandes metrópolis son las del deterioro. Quizá porque constituye todo un modelo de negocios, cada cierto tiempo se impone la necesidad de las remodelaciones parciales, aunque ya no existen los recursos, los inmensos recursos que dilapidó el socialismo en este siglo con la más importante y generosa de las bonanzas petroleros que ha tenido Venezuela. La ciudad capital, como el resto del país, está sembrada de escombros. Agreguemos: excesivamente de peligrosos escombros que pueden perjudicar y perjudican a cualquier viandante. Los hay visibles y abultados que jamás recogen, como las viejas casetas telefónicas hechas de una aleación en nada apetecida por las mafias que le robaron todo el aluminio y el cobre a la urbe, teniendo por espontáneos y explotados agentes a los más menesterosos. Empero, los hay diminutos y prácticamente invisibles que son el resultado infame de la caída de los grandes y medianos postes para la luz y los semáforos, el soporte de sendos avisos de tránsito y de publicidad, los barandales y otros artilugios para la circulación que alguna vez se quiso ordenada de personas y vehículos. Jamás repuestas, olímpicamente olvidadas, ocurre que las piezas derribadas principalmente por la falta de mantenimiento, dejan un temible rastro. Las casetas quebradas, nos convierten en herederos de una pequeña caja oxidada llena de cables deshilachados, pero el legado más temible es el de los postes desprendidos que riegan el pavimento de tornillos, trozos afilados de columnas y vigas, trenzados cables cicatrizados quizá por un golpe repentino de amperios, en los lugares más concurridos. Cual siembra de minas que son la pesadilla de todo escenario real de guerra, como ha ocurrido con el suscrito, la miniatura de chatarra es responsable de estrepitosas caídas de transeúntes sorprendidos y, aunque no tenemos noticia de alguna muerte provocada, es de suponer el incremento de la consulta y emergencia con traumatólogos y fisioterapeutas para quienes pueden pagarlos; por cierto, en un número superior al de otros tiempos, como a principios de 1979 que llamó la atención de la prensa, por entonces, libre (https://apuntaje.blogspot.com/2023/08/noticiero-retrospectivo_27.html). De modo que nadie, por decir lo menos, absolutamente nadie responde por los lesionados, indiferentes las autoridades públicas que tratan de convencernos de la radical normalidad del fenómeno y sus víctimas por sorteo. |
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