"Tal vez los que atacaron, no sabían que eran periodistas", dijo Eleazar Díaz Rangel, con su sonrisa de retrato Dorian Gray, como si tuviésemos que andar con un carnet gigante pegado a la espalda para identificarnos o como si el resto de la gente que no es periodista se convierte en objetivo de agresión carne de cañón, sólo por estar en la calle protestando. A quienes les parece extraña esta actitud de Díaz Rangel a mí se me hace normal. Lo he conocido siempre así, exhibiendo su cara de niño bueno, pisa pasito siempre escribiendo libros de todos los temas, predicando la tolerancia y enseñando a sus alumnos todo aquello que no practica. Lo llaman "el profe", lo aman y lo admiran.

Tengo medio siglo en esta profesión, jamás me he arrimado a ningún gobierno y sé cómo han hilado fino muchos de los colegas que hoy defienden en todos los medios la revolución chavista . Todos ellos atacaron con rabia el palangrismo del pasado pero hoy comen del banquete petrolero , andan en camionetas último modelo y pertenecen a las élites que viven montadas en el avión presidencial como parte del cortejo real que le ha dado la vuelta al mundo en varias oportunidades.

No critico esos gustos capitalistas porque ellos tienen todo el derecho a seguir disfrutando de la buena vida que les proporcionaba la cuarta república. Me dan pena , sí, cuando los veo en la televisión y los escucho en la radio manejando un lenguaje absolutamente opuesto al que utilizaban en el pasado. En estos días, veía a cuatro de ellos en un programa humorístico , burlándose abiertamente de la agresión a los periodistas y felicitándose de aparecer en las fotografías ,marcados por un círculo rojo y señalados como los violentos contra sus propios colegas. Allí se ufanaban de su proeza . Cantaban gloria.

íA gozar muchachos!

Una vez quitada la careta y la camisa roja, estos nuevos especímenes de la revolución, se van a los restaurantes del este caraqueño, para reírse de este comunismo tan duro, de este marxismo leninismo tan jodido, de la ingenuidad de los pendejos que creen en la llegada del Mesías, mientras ellos brindan a la sombra del Ché Guevara para que nunca termine este paraíso.

A estos periodistas les resbala que 150 familias hayan quedado sin trabajo por el cierre de 34 emisoras de radio, les tiene sin cuidado que en el interior del país muchos periódicos estén fuera de circulación y no se sienten aludidos ante el atropello de que son objeto los reporteros y camarógrafos no oficiales a quienes se niega la entrada a los eventos oficiales y no se les permite su ingreso a las ruedas de prensa. Cada vez que veo a Frasso, aceptando con indignidad todo lo que se le revela en un programa de televisión, me siento asqueada. Porque una cosa es seguir determinada línea política y otra es agachar la cabeza sin ni siquiera prestar atención a lo que se le habla. El sólo responde con monosílabos: Sí o No. Aprendió rápido la lección. En buche lleno, corazón contento. El no discute,no arguye,no metaboliza las frases, no sabe, no entiende. A ese equipo se unen los inefables Mari Pili y Humberto Márquez, tanto montan, montan tanto. íY de qué manera!

Mentiras

En la columna pasada escribía sobre el caso de la mujer que en un "Aló Presidente" expuso el caso de su hermana a punto de parir, rechazada en varios centros hospitalarios. Lo extraño de esta denuncia era que la demandante vestida de rojo se quedara muy tranquila en su puesto, mientras la parturienta sangraba profusamente en su casa y expulsaba la placenta según el testimonio de la actriz invitada. Nadie le hizo seguimiento a la mujer , simplemente porque no existió y formó parte del reality show de las mentiras que se monta semanalmente para embaucar a los seguidores del Jesucristo criollo. La exponente no era en forma alguna una espontánea porque allí sólo pueden ingresar los elegidos, archiconocidos y marcados por la revolución. Mal podría presentarse de buenas a primeras en un programa absolutamente blindado y vigilado por centenares de guardaespaldas cubanos. La idea, en absoluto descabellada, permite al Presidente descargar a los ministros y presentarlos al pueblo como seres insensibles. El epílogo dramático lo escenifica con improperios y preguntas del por qué pasan estas cosas. O de un llamado a una jueza, a un alcalde o un gobernador. De seguidas da órdenes de que se ayude a las víctimas mediante el apoyo de los recursos oficiales. El circo aplaude y el ministro finge tomar nota del reclamo apresuradamente. Lo hemos visto antes porque sigue los mismos lineamientos de los programas que abundan en la televisión, sólo que aquí el moderador no es el presidente de un país. Es Oprah, es el Dr.Phil, es Cristina, es Don Francisco, es Laura de América y es la niña de la franela morada.

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