¿Populismo posmoderno?
Escrito por Ramón Guillermo Aveledo | @aveledounidad   
Miércoles, 12 de Marzo de 2025 06:53

altPrejuicio es una opinión previa y tenaz, por lo general desfavorable u hostil, sobre algo que se desconoce o se conoce insuficientemente.

La Academia también define estereotipo como una imagen o idea aceptada comúnmente por un grupo o sociedad con carácter inmutable. Hay prejuicios raciales, religiosos, de género, entre otros. Los estereotipos pueblan las telenovelas y en buena medida la industria publicitaria.

 Prejuicios y estereotipos de alimentan mutuamente. Su existencia es un hecho real con efectos reales, aunque paradójicamente, ignoren la realidad y si la atienden, a lo sumo, será a una pequeña parte de ella.  Sustituyen el análisis. Son combustible de emociones como fobias, miedos, reticencias. Por eso son abastecedores principalísimos de la narrativa de los populismos.

Los populismos sirven de vehículo a los personalismos, porque promueven una relación directa entre el líder y las masas sin mediaciones institucionales ni limitaciones constitucionales o legales. El líder encarna la voluntad popular y ésta no debe ser frenada o canalizada por nada. Esa es, comprendámoslo, una tentación latente en todo poder y sobre todo, en toda persona poderosa. Precisamente por eso la humanidad fue poniéndole cauces, estableciéndole límites.

En los siglos XIX y XX, desarrollándose la idea del Estado constitucional de derecho, ese tipo de liderazgo fue quedando para las sociedades más atrasadas. En la primera mitad del XX, recibió dos impugnaciones severas en el fascismo y el nazismo por un lado y por el otro, a partir de la Revolución Soviética, por los socialismos reales. Derrotados en la II Guerra Mundial, aquellos fueron borrados de la faz de la Tierra, aunque se siga llamando impropiamente “fascismo” a todo autoritarismo de derecha y por estos lados, a una tan amplia como difusa gama de expresiones que nada tienen que ver. Éstos fueron derrotados en la Guerra Fría, no por un enemigo externo sino por su propio fracaso. Por motivos y con estilos muy diferentes, han logrado sobrevivir en algunos países asiáticos y de América Latina. Pero esos no son populismos.

El populismo, en cambio, ha ganado espacios en sociedades de las más avanzadas. El de izquierda y sobre todo el de derecha en Europa y los indicadores dicen que ha cobrado su pieza mayor con la Administración estadounidense instalada en enero, nada menos.

El primer mes y medio del nuevo gobierno no deja pausa. Anuncios, declaraciones de intención, medidas, gestos y escenas nos hablan de un populismo del siglo XXI que a las características esenciales del viejo con su alquimia de prejuicios y estereotipos, agrega el uso de la nueva comunicación. En sus memorias, Angela Merkel escribe sobre Trump que “evalúa todo desde la perspectiva de un desarrollador inmobiliario”, visto lo visto, tiendo a pensar que eso ha de mezclarse con una vocación de espectáculo, ya mostrada en El Aprendiz.

El impacto, sea coyuntural o duradero de esta especie de populismo posmoderno está por verse. No me atrevería a una apuesta optimista.  

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