Alborotando el avispero de la patria
Escrito por Alexander Cambero | X: @alexandercamber   
Martes, 24 de Junio de 2025 01:16

altHistóricamente, hemos sido un país agitado por las rebeliones.

Desde los comienzos asistimos a la conmemoración del alzamiento, cuando creíamos que viviríamos tiempos de paz; surgiría otro capítulo que nos haría inquietarnos. Esa característica nos concibió como miembros de la incertidumbre. Los que dormían plácidamente con las mandíbulas puestas en la tranquilidad, de pronto un zarandeo les hacía despertar. Una nación en permanente sublevación era imposible que lograra una estabilidad política y social de manera permanente. Quien estaba en el poder sabía que en algún sitio de la nación se organizaba su caída. Se afilaban los machetes para las gargantas. Las bestias listas para emprender el viaje hacia la próxima batalla.  Cuando menos se esperaba, se alborotaba el avispero.

El poder estaba al asedio. Era tan tentador que los anhelos no sucumbían. Venezuela fue trazada por las lanzas desafiantes en el fragor de la razón. La seducción del poder siempre fue una invitación para volver a intentarlo.           

Las aguas de la política nacional de mediados del siglo XIX eran igualmente asumidas por los mismos resquemores. Los abusos no finalizaban y las injusticias siempre andaban a flor de piel. Juan Vicente González Delgado era un periodista de gran notoriedad para la época. Su pluma contenía la valentía del compromiso. La sociedad caraqueña esperaba con ansias sus reflexiones. En diversos círculos se discutían en la búsqueda de coincidir o abrir fuego contra ellas. El hombre no rehuía al combate. Un buen día, cuando la inspiración no aparecía por ninguna parte. Pudo observar a través de la ventana a un gran avispero que se alebrestaba en la medida que el viento la estremecía. Los abejarrones salían en defensa de su espacio. Esa capacidad reactiva de los insectos ante un peligro lo hizo reflexionar sobre lo que habíamos sido los venezolanos. Pasó unos días observando aquel tazón de barro ubicado en un frondoso árbol que estaba en la sede del Congreso. Precisamente allí, en el templo de las leyes, se encontraba una expresión del reino natural que podía interpretar las agitadas aguas de la política. El asiento legislativo se ubicaba  en el convento de San Francisco. El 24 de enero de 1848 se realizó el atentado contra el Congreso. Los liberales y conservadores reabren la herida eterna nacional. Las dos visiones del país siguen manejándose por sus intereses, mientras los venezolanos continuaban siendo víctimas del fuego cruzado. 

El viejo caudillismo cambió de formas, mutó en nuevos mecanismos de control. Es la imposición de los caballeros del poder. Mientras menguaba el liderazgo militar, apareció el tótem de los partidos políticos para usar las mismas estrategias.    

El cronista escribió sobre los acontecimientos hablando de la naturaleza del avispero. Venezuela siempre en la ponzoña del otro operante. Tiempo de rebeliones que originaron nuevas refriegas hasta nuestros días.

Hoy la libertad enfrenta a la oscuridad con el mismo denuedo con la cual actúa la verdad.                   
                  


 

 



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