La política y sus asperezas
Escrito por Luis Fuenmayor | X: @LFuenmayorToro   
Lunes, 31 de Marzo de 2025 00:00

altPersonalmente, veo la política como la lucha de los hombres por la toma del poder, con el propósito de poner a la sociedad toda al servicio de sus intereses

o de los intereses de sus representados. Sus representados no son quienes votaron por ellos, sino los grupos sociales que se benefician de su gestión. Ésta es la realidad. Así la ve la mayoría o, por lo menos, una buena parte de la gente común, que es muy pragmática al respecto y que sufre directamente las adversidades generadas o no resueltas por los políticos gobernantes. Existen, por supuesto, grupos humanos que adhieren distintos planteamientos ideológicos, que pueden llegar a convencerse e incluso a fanatizarse, y dar todo de sí mismos por determinadas concepciones e ideas, proyectos y promesas, pero eso no niega el fondo de la cuestión, que es la toma o mantenimiento del poder político. 

No tengo una visión idílica de la política. La tuve en un momento de mi vida, cuando no tenía la experiencia de ahora, luego de haber estado en la lucha política, dentro y fuera de partidos o grupos, por más de 60 años. La cruda realidad termina por imponerse, a pesar de las sofisticaciones teóricas, que muchas veces obscurecen la comprensión real del hecho político y tratan, un poco, de mejorar la imagen de la política y de los políticos, muy venida a menos hoy en el mundo entero. La presencia dominante en la política y en la conducta de los políticos, de hechos reñidos con la justicia, el trabajo la sinceridad, la transparencia, la honestidad y la eficacia, aunados a fraudes de distinto tipo, que burlan la voluntad de la gente, y el cinismo descarado de los actores, han llevado al rechazo y al marginamiento de la población, de una actividad que debería ser consustancial a sus vidas y progreso.

Debido a lo señalado anteriormente, el éxito de los políticos no se mide en función de sus propuestas, ni de la conducta ciudadana desplegada a lo largo de sus vidas, ni de la eficacia tenida en la solución de los problemas que aquejan a la ciudadanía. La valoración se hace principalmente en función del poder político alcanzado, de su sostenimiento en el tiempo, tanto individual como colectivo. Esto no niega el efecto positivo que pueda tener un desempeño exitoso, en función de ciertos intereses sociales, pero no es eso lo determinante ni lo más importante, por lo menos actualmente. Si eso fuera lo más importante, muy pocos gobiernos en el mundo serían reelectos, y la práctica social nos dice que muchos lo son. La permanencia del PRI en México, no puede ser explicada por el desempeño exitoso de sus gobiernos, a lo largo de muchas décadas en forma consecutiva.

Un narco gobernante, como Uribe en Colombia, nunca hubiera sido elegido ni mucho menos respaldado en ninguna propuesta que hiciere, si nos atuviéramos a su desempeño en función de los intereses de los colombianos. Otro tanto pudiéramos decir de los gobernantes peruanos actuales y pasados, de los presidentes centroamericanos e, incluso, de los mandatarios de EEUU, Inglaterra y buena parte de Europa, para quedarnos en este hemisferio. Los sistemas políticos existentes fueron diseñados para mantener esta situación, en la que generalmente dos partidos comparten el poder, presentándose como antagónicos ante el público, cuando en la realidad son totalmente complementarios. Y esta realidad no significa que no tengan diferencias entre sí y que sean totalmente intercambiables para todo el mundo. Simplemente, es la forma en que quienes dominan se garantizan su dominación con el menor número de sorpresas posibles.

No hay duda de que el Partido Comunista Cubano ha sido muy exitoso en este sentido, pues pese a la oposición internacional tenida y a la política del embargo y de sanciones económicas gringas, ha subsistido en el poder durante 66 años. Pero, dirán lo mismo los cubanos, que de ese éxito lo que han recibido es más miseria, más necesidades insatisfechas, más limitaciones, menos democracia y un estancamiento histórico increíble. Nosotros mismos, independientemente de las responsabilidades propias y ajenas del gobierno, más propias que ajenas, en el caos existente, tenemos a unos gobernantes exitosos, aparentemente en lo único que saben serlo: mantenerse en el poder. Pero ese éxito no se extiende a las condiciones de vida del venezolano; evidentemente no. Hoy estamos peor que en 1998, cuando ganó Chávez, y ya para ese año se había producido un deterioro de las condiciones de vida adquiridas desde 1958.   


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