Pírricas, guerra y danza
Escrito por Ramón Guillermo Aveledo | @aveledounidad   
Miércoles, 11 de Junio de 2025 04:57

altPirro, uno de los grandes generales griegos, vivió entre los años 318 y 272 a.C.

Sus soldados, desde la admiración lo apodaban “Aguila”. Fue Rey de Epiro en la región montañosa al Noroeste griego y brevemente también de Macedonia. Entre las muchas batallas que libró, casi todas contra otros griegos, posteriores a la guerra del Peloponeso entre Atenas y Esparta, distinta a la mitológica de Troya que conocimos en los años liceístas en la Ilíada, de Homero, Pirro destacó como enemigo de la República Romana. A la península itálica se fue a pelear, en ayuda del pueblo de Taranto sobre el mar Jónico, ese brazo del Mediterráneo que baña costas del Sur italiano, albanesas y del Oeste griego. Así empezaron las Guerras Pírricas.

Pirro tuvo victorias y al final fue derrotado. Una de las batallas que ganó a los romanos fue la de Ásculo el año 279 a.C, a un precio en vidas y recursos de su lado que fue tan elevado que él mismo expresó “Otra victoria como ésta y estaré vencido”. De ahí el nombre de “victoria pírrica” que se da a triunfos tan costosos con su saldo negativo, por las pérdidas y daños que implica. La noción suele usarse en todo tipo de contiendas, no sólo bélicas, también políticas e incluso deportivas o en competencias comerciales. El adjetivo pírrico, según la RAE, tiene varias acepciones. La primera, original, es de victoria con más daño al vencedor que al vencido. Otra se refiere a triunfos por margen pequeño que requirieron mucho trabajo y una tercera “De poco valor o insuficiente, especialmente en proporción al esfuerzo realizado”.

En la antigua Grecia, por cierto, había una danza llamada pírrica que imitaba a un combate. No era pelea verdadera sino, algo así como “La Batalla” uno de los sones del Tamunangue de Lara, bailado en Morán y Curarigua en Torres. Los bailarines simulan una riña a garrote, sin garrotazos de verdad y hacen bien, porque se ha determinado que puede ser dañino para la salud. Pero la danza pírrica no viene del griego Pyrrikós (Pirro) sino de Pyrrhicus que es latín tardío. Lo de Pirro no era aguaje. Peleaba de verdad, cuando ganaba y cuando perdía.

A mediados del siglo XIX de Pirro escribió Jacob Abbott en su History of Pyrruhs que “Su capacidad y genialidad fueron en realidad tan grandes como para convertirle, quizá, en el ejemplo más evidente que ha producido el mundo de cómo un gran poder y las oportunidades más nobles pueden ser desperdiciadas y arrojadas por la borda. No consiguió nada. No tenía un plan, un objetivo, sino que obedecía a cada impulso momentáneo, y emprendía sin cuidado ni reflexión previa cualquier tarea que el azar, o los ambiciosos designios de otros, pudieran colocar frente a él…sus crímenes contra la paz y el bienestar de la humanidad no nacieron de una extraña depravación, sino que, por el contrario, era de noble y generoso espíritu.”

Y menos lejano de su tiempo Plutarco, el historiador dijo de él que “Sin parar pasaba de unas esperanzas a otras”.

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