El progresismo como mampara
Escrito por Fernando Luis Egaña   
Lunes, 28 de Julio de 2025 00:00

altDetrás de la etiqueta política de progresismo, de considerable aceptación en muchos lares, se colocan algunos de los gobiernos más corruptos e impresentables del mundo.

En general, se entiende por progresista a una postura democrática que privilegia la justicia, la renovación de esquemas tradicionales, la inclusión, el respeto eficaz de los derechos humanos, el cambio y la apertura política y social, entre otros aspectos de avanzada... Al menos eso señalaría un manual de fórmulas básicas.

Puro bla, bla, bla, si se compara la retórica con la realidad. Lo formal con lo material. La mentira con la verdad. 

El colombiano Petro se presenta como un adalid del progresismo mundial. Acaso no haya miseria más  destilada en un gobernante y en una (des)gobernanza. 

Y ni hablar del español Pedro Sánchez, gracias a quien se ha generado un nuevo concepto: el sanchismo, equivalente a latrocinio, destrucción del Estado de derecho, complicidad delictiva y todo tipo de fechorías para aferrarse al poder.

El santón Lula no se queda muy atrás. A cuenta de progresista se hizo el loco con el fraude descomunal de Maduro y también con la depredación descomunal de la Kirchner, a quien visita en su casa por cárcel, como una reunión de "famiglia"...

En Brasil lo conocen bien y allá no logra enmascarar su perfidia, como en los grandes medios "progre" del planeta que le rinden tributo.

El llamado progresismo, cuando es auténtico y honrado, es una manera válida de participación ideológica y política. Creo, sin embargo, que ese progresismo está casi todo podrido, tanto en las instancias gubernativas nacionales como en las internacionales. 

De allí sale una confusión muy dañina que impulsa, paso a paso, la degeneración de la democracia en tiranías frontales de variada índole. Nuestro caso se ubica más allá de las etiquetas políticas para adentrarse en el terreno de la criminalidad organizada. En tal ubicación tiene la compañía de los aniquiladores de los viejos ideales progresistas.

El progresismo como mampara no sólo es ubicuo en la dimensión de la política; también se encuentra en la religión, en los ámbitos académicos, y sobre todo en el cosmos de los medios. Ya tocaremos esos puntos. 

Todo lo que necesite una mampara para existir en la vida pública es una farsa. El progresismo político en su realidad contemporánea es una prueba de ello, y una tragedia que debe combatirse y superarse.

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