Tesoros de la memoria
Escrito por Ramón Guillermo Aveledo | @aveledounidad   
Miércoles, 20 de Agosto de 2025 00:00

altEn 1968 presencié por primera vez una sesión de la Cámara de Diputados.

Debate sobre la invasión soviética a Checoeslovaquia. El discurso de Rodolfo José Cárdenas, una obra maestra de cultura, valores democráticos, buen humor y buen decir. A los dieciocho recién cumplidos estaba muy emocionado, soñaba con que ese hemiciclo llegara a ser algún día mi lugar de trabajo como representante de los larenses. Y así fue. 

La vida me ha regalado pequeñas emociones que son muy grandes para mí. Hay las personales que son las más grandes: matrimonio, graduación en el Aula Magna o antes, el nacimiento de mis tres hijos.  Pero hablo aquí de otras emociones, más pequeñas agrandadas por mi vocación y mi formación personal.

La invasión soviética a Checoeslovaquia sacudió nuestras conciencias juveniles. La primera manifestación universitaria en la que participé fue un homenaje a Jan Palach en la Plaza Cubierta del Rectorado. La Juventud Comunista, que defendía la “solidaridad proletaria” del Ejército Rojo para aplastar la Primavera de Praga, vinieron a sabotear y la cosa desembocó en una pelea donde los estudiantes socialcristianos sacamos la peor parte. Mucho después pude visitar la bellísima Praga, creo que en 2008 y en la primera mañana salimos para ir al bulevar con la estatua de San Wenceslao, la clásica radiofoto de los tanques rusos, llegamos a la esquina de vista magnífica, el museo a nuestras espaldas, y cuando explicaba a mi esposa y a mi hija menor su significación, me doy cuenta que estoy parado exactamente donde Jan Palach se inmoló. Imaginen ustedes mi emoción. 

Así han sido varias, todas muy poderosas para mí. Como cuando en abril de 1966 vi publicado en El Impulso mi primer artículo o mi primer viaje fuera del país, en 1959 a una Bogotá que le pareció muy fría y lloviznosa al niño barquisimetano que era. Otra emoción inolvidable fue mi primera vez en el Estadio Universitario. Papá me llevó a la final del Mundial Juvenil que Venezuela ganó a México. No imaginaba cómo sería un juego nocturno, tampoco sabía que el estadio era verde –en Barquisimeto era de tierra y la televisión era en blanco y negro- así que aquella imagen se quedaría para siempre en mi memoria y vuelve cada vez que voy a un encuentro. Fenway Park en Boston el ochenta y tres, entrar al dogout de los Medias Rojas, la foto con Yastrzsemski, pisar su grama, fue muy emocionante, pero no equivale a aquella primera en el Universitario. 

Sumo y sigo. En 1967 conocí Nueva York, la primera mañana, tempranito me fui a la ONU. Esperé hasta que abrieran. Las salas de la Asamblea General y el Consejo de Seguridad, como en los noticieros. En 1981 volví acompañando al Presidente Herrera. Entrar al lado de Andrés Aguilar Mawdsley fue toda una experiencia, lo saludaba todo el mundo, literalmente, del portero a los cancilleres. 

El mismo sesenta y siete, recién bachiller, me fui a Londres a estudiar. La mañana siguiente a mi llegada fui en metro hasta Westminster, en la calle, cielo azul y viento fresco de principios de septiembre, resplandeciente la torre del Big Ben. Después, tanto como podía iba los jueves en la tarde a ver los debates desde la galería. Cuando en 1996 ya Presidente de la Cámara fui invitado por la Speaker Betsy Boothroyd, tuve que disimular lo que sentía. Ella era muy simpática, pero los ingleses no son de exteriorizar sus sentimientos. Tesoros de la memoria para quien cumple setenta y cinco.




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