Gaza, el exterminio de un pueblo
Escrito por Trino Márquez C. | X: @trinomarquezc   
Jueves, 28 de Agosto de 2025 05:46

altPor primera vez en la historia de la humanidad el mundo está presenciando en vivo la destrucción de un pueblo: el pueblo palestino que habita en la Franja de Gaza.

Se está viendo la ruina gracias al trabajo comprometido de periodistas de algunos de los medios de comunicación más importantes del planeta. 

La labor de informar de manera fidedigna es tan peligrosa, debido a la brutalidad del Ejército bajo las órdenes de Benjamín Netanyahu, que desde el inicio del conflicto, en octubre de 2023, han sido asesinados 218 trabajadores de la prensa, entre reporteros y camarógrafos, según la Federación Internacional de Periodistas (FIP). El último de esos episodios ocurrió hace pocos días en el Hospital Nasser, en Ciudad de Gaza, donde murieron 20 personas, entre ellas cinco periodistas que cubrían la fuente y niños desnutridos que recibían atención médica. Ese ataque fue filmado cuando se produjo. La evidencia fue tan contundente, que a Netanyahu no le quedó más opción que señalar que había sido un lamentable ‘error’, inducido por la supuesta existencia de una cámara de filmación colocada por Hamás en la entrada al centro asistencial, con la finalidad de captar el movimiento de las personas que acudían al lugar.  Los responsables de haber dado la orden no han parecido ni han sido castigados.

Los seres humanos jamás habían visto de forma directa cómo un gobierno persigue, acosa y destruye a una población entera, con la excusa de que entre los pobladores se esconden camuflados unos terroristas desalmados. Esa manera de confundir la parte con el todo, ha llevado al Gobierno israelí a causar un daño irreparable a cientos de miles de gazatíes inocentes, quienes, a su vez, han sido víctimas durante años de la incompetencia y ceguera del grupo Hamas, instalado en el gobierno de Gaza desde 2006, cuando ganó las últimas elecciones convocadas frente a su adversario, el partido Fatah, principal soporte político de la Autoridad Palestina, facción que gobierna Cisjordania desde 1994, luego de los Acuerdos de Oslo.

Ahora, en su descargo, las instituciones, gobiernos y líderes del planeta no podrán decir, como hicieron millones de alemanes y numerosos gobiernos después de la Segunda Guerra Mundial, que no sabían ni se imaginaban los horrores del acoso a los judíos y el Holocausto. En la actualidad, la matanza de palestinos, su desplazamiento y hacinamiento en campamentos improvisados -en realidad, campos de concentración- la hambruna inducida, la destrucción de viviendas, hospitales, escuelas y toda la infraestructura de Gaza, están siendo observados por todos los actores que podrían detener la carnicería. Los gobiernos de la Unión Europea, Japón, India, Turquía, para solo mencionar algunos de los más importantes, se limitan a redactar mensajes formales o emitir declaraciones retóricas, en las que se formulan llamados piadosos a terminar con la invasión. En la misma tónica se pronuncia la ONU.  El Consejo de Seguridad no ha redactado ningún pronunciamiento en el que se condene la carnicería. Ya se sabe que Rusia no dirá nada porque hace tres años y medio invadió a Ucrania, mientras Estados Unidos, con la administración de Donald Tremp, es uno de los principales socios y soportes geopolíticos de Netanyahu. China tampoco se expresará porque tiene en la mira a Taiwán y mantiene el control del Tíbet. Solo el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, muestra su indignación ante la barbarie, pero carece de los instrumentos para detenerla.

En la Franja de Gaza se ha puesto de manifiesto el desprecio de las grandes potencias mundiales por los pueblos humildes. La filóloga española Adela Cortina podría decir que estamos en presencia de una manifestación clara de aporofobia, es decir, de desprecio a los pobres. No se trata de castigar a los palestinos de Gaza porque una vez votaron por Hamás para que llegara al poder, sino que conforman un pueblo pobre e inerme, que puede ser castigado sin misericordia porque carece de dolientes. 

Otro aspecto negativo de la política de Netanyahu reside en que por ese camino destruirá a la Franja de Gaza, pero no acabará con Hamás. Este grupo de fanáticos podrá ser atacado sin tregua, pero no destruido completamente. Hamás en el futuro buscará la forma de recomponerse y volver a actuar en la clandestinidad, Allí está el Estado Islámico, facción tan letal como Hamás, que continuamente se reestructura y reaparece bajo distintos rostros. A partir de ahora, el enemigo de Israel no será solo el núcleo de Hamás, sino los cientos de miles de jóvenes a los que la violencia indiscriminada de Netanyahu les arrebató la familia, la casa, la escuela, el empleo y el futuro. El odio contra el Gobierno de Israel probablemente se convertirá en deseos de venganza, fuerza letal y poderosa.

Netanyahu debe terminar en La Haya. La pregunta es quién lo trasladará. Es posible que sean los propios demócratas israelíes, una vez que el exterminio provocado por ese criminal haya concluido. 
    


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