La búsqueda del sentido de la vida |
Escrito por Alirio Pérez Lo Presti | X: @perezlopresti |
Martes, 09 de Abril de 2024 00:00 |
En esa búsqueda, que es una mezcla entre descubrimientos propios y lo consensuado socialmente, no está ausente el aferrarse a fórmulas un tanto descabelladas que generan sosiego en las personas. Si una forma de conceptuar la existencia es generadora de paz, no debe ser criticada a menos que perjudique a otras personas. De ahí que quien le encuentra sentido a su vida debería lograr cierta estabilidad que le permita aliviar el potencial peso de la existencia. El pensamiento religioso Cualquier fórmula que intente dar sentido a la vida bajo el cobijo de ideas religiosas, es una conceptuación primitiva que se sustenta en varios postulados que, a pesar de no ser demostrables, son útiles para las personas. De ahí que por más esfuerzos que se intenten hacer, y por una razón primitiva, las religiones, en general, funcionan de la misma manera. La propuesta básica es que existe un ente o figura o fuerza superior que marca el destino de lo humano y que, bajo postulados morales, debe guiar el destino de cada sujeto. La idea de un pasado idealizado, un presente duro y un futuro que puede ser lo mejor que existe es una receta propia del pensamiento religioso. En definitiva, funciona más o menos de la misma manera, independientemente de la creencia que arropemos. Pasado, presente y futuro El pensamiento religioso se sustenta en que existió un pasado maravilloso; el presente puede llegar a ser un tormento y la paz se alcanza con la trascendencia en función del futuro. Esta visión o manera de conceptuar las cosas, de carácter primitivo y hasta rancio es una fórmula que propende a extenderse en la manera total de pensar de las personas. Desde la forma en que abordamos aquello en lo cual creemos hasta la propia conceptuación de lo científico, están marcados en su esencia por elementos propios del pensamiento religioso. De la misma manera funcionan las ideologías, al tener por ciertas algunas verdades a las cuales no se nos permite refutar. Si no es refutable una manera de conceptuar los asuntos, se trata de una fórmula religiosa de pensar, que, en definitiva, genera tranquilidad en los sujetos. El pensamiento filosófico y la utilidad de este El pensamiento de carácter filosófico, asumido como saber de los saberes, trata de entender los artilugios y atajos que el ser humano elabora para que su vida tenga algún sentido. En esta dirección, a efectos de dar consistencia a nuestras vidas, nos apegamos a las religiones, las costumbres de representación moral, las cosas a las cuales le damos el carácter de valor y conceptos como el patriotismo, por ejemplo, que originalmente puede ser la necesidad de defender nuestros propios espacios de existencia y de cómo luego, dependiendo de nuestras necesidades, le vamos dando una connotación valorativa y trascendencia que llegan a justificar desmanes y grandes tragedias. Así es y ha sido lo humano, determinado en su esencia por la necesidad de supervivencia colectiva que atañe elementos que van desde lo antropológico hasta lo cultural, incluso las modas. El doble anclaje Si lanzamos un par de anclas en relación con darle sentido a la vida, puede que la fórmula se resuma en dos aspectos. El primero es que la vida, para adquirir una dimensión con sentido, debe tener una postura de trascendencia en relación con el futuro. Lo que hacemos tiene consistencia porque creemos que vamos a trascender en función del futuro, sea porque tenemos descendencia (manera primitiva de trascender) o porque enarbolamos las banderas de las grandes causas humanas, como la lucha por el bienestar de los demás. En esta categoría y aterrizando en la contemporaneidad, el sentido de la vida, para muchos, está en proteger al medio ambiente, rescatar a los animales que sufren, luchar por la paz mundial, imponer un solo pensamiento en la tierra o abrazar un nacionalismo que nos lleve a independizar a nuestro país. Los fundamentos de trascender son un espectro de opciones que justifican lo que hacemos y permiten defender las causas en las que necesitamos creer. El doble anclaje, trascendente y personal El asunto del doble anclaje es que una causa que trascienda estaría muy vacía si dejamos por fuera nuestro propio proyecto personal de vida. En este sentido, el ancla de lo que hacemos en función de nosotros mismos tiene un carácter en el cual son necesarias las metas a corto, mediano y largo plazo, en donde el individuo es el centro y un ego sano debe predominar. La búsqueda del placer no autodestructivo y el goce por las pequeñas recompensas que vamos recibiendo cada día son la esencia de esa ancla personalísima que le da forma al núcleo de nuestro individualismo. Ese individualismo sano y basado en lo que más nos conviene sin perjudicar a otros, es la base que nos permite alcanzar logros, incluso el de abrazar la idea de trascendencia. En función del futuro y para sí mismo, así debe ser el par de anclas que lanzamos para dar estructura a nuestras vidas.
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