El entorno político-social del béisbol guariteño
Escrito por Aníbal Palacios B.   
Miércoles, 29 de Mayo de 2024 00:00

altA fines de los años treinta Venezuela vivió un significativo proceso electoral y por supuesto Guatire,

ese pequeño pueblo mirandino, estuvo inmerso en él, pero con la particularidad propia de nuestro carácter aldeano.

Eran tiempos de Eleazar López Contreras, y en 1937 se realizaron elecciones para el Concejo Municipal y la Asamblea Legislativa y por razones que no vienen al caso, las legislativas de Miranda se repitieron en 1939; es decir, que durante tres años hubo un frenético disentimiento político entre los guatireños. Pero ese disenso no se trasladó al terreno social ni deportivo, y los rivales partidistas que pugnaban por el voto ciudadano, convergían cordialmente en el estadio de beisbol.

Para la época los índices de analfabetismo en el país eran altísimos; sin embargo, en Guatire, con poco menos de dos mil habitantes en la zona urbana, circulaban dos semanarios de formato standard, de cuatro páginas. El Indio, de tendencia opositora, lo dirigía César Gil Gómez; su precio era una locha (Bs. 0,12 céntimos). La Voz de Guatire, de propensión gubernamental, tenía a Fermín Gámez como Director y su valor era de un centavo (Bs. 0,05 céntimos). Sus posiciones eran divergentes, más no excluyentes; así las notas sociales y deportivas le quitaban un poco de espacio a la política, que era la razón de ser de ambos medios, pese a que la población electoral era mucho más reducida, puesto que para ese entonces no votaban las mujeres, analfabetas ni los menores de 21 años.

No había sección de sucesos porque la seguridad ciudadana era absoluta, los políticos vivían del sudor de su frente y no de los dineros del pueblo. Los fondos públicos se administraban de manera sabia, sana y apropiada. Así, en La Voz de Guatire (N° 13, del 20/08/1939), Carlos Espinoza se quejaba de que fue víctima de agresiones verbales de parte de Jesús María Pacheco, mientras estaba en la botica de este último. En El Indio (N° 18, del 8/07/1939) se anuncia la boda, para el día siguiente, de “… Juan Francisco Correa Olivier con la gentil señorita Isidra D. León I”. El mismo semanario (N° 11, del 21/05/1939) publica la siguiente denuncia:

“Señor Director de El Indio

Presente.

Me permito hacerle la siguiente pregunta: ¿cuál será el motivo que desde el año catorce al treintinueve (Sic) hemos venido haciendo uso de los mismos asientos o sea sillas incómodas de madera bruta? ¿Será que la empresa no les dará para la reforma?

Ramón González”.

Y la consecuente respuesta:

“Como creemos que Ramón González se refiere a la Empresa del Cine, trasladamos esta pregunta a nuestro compañero Alciro R. García”. Desconocemos si la queja tenía un matiz político, porque el valor de las entradas no es que fuera alto, pero el cliente siempre tiene la razón; o por lo menos antes era así.

En las notas sociales de La Voz de Guatire (N° 2, del 4/06/1939) se informa que “Partió para la Capital de Miranda (Los Teques) la señorita Petra Mercedes Gámez. La despedimos”. Y en El Indio (N° 18, del 8/07/1939) se reseña que... “A pasar una temporada en Caracas ha salido la señorita Carmen M. Castillo, hermana de nuestro compañero Francisco Castillo. Le deseamos grata permanencia en la ciudad capitalina”.

Como podemos apreciar, en aquella época salir de Guatire era todo un acontecimiento, no sólo por lo distante de esos parajes y sus complicadas vías de acceso, sino porque era un lujo que muy pocos podían darse. Además, eran otros tiempos. Recuerdo perfectamente la primera vez que fui a Caracas, el 26 de mayo de 1966. No es que fuera un evento importante; simplemente es la fecha de expedición de la cédula; única razón que justificaba salir de Guatire. Es que antes nadie tenía necesidad de ir a Caracas. ¡Lo teníamos todo aquí! La Iglesia Santa Cruz de Pacairigua, el estadio de beisbol, las retretas de la Plaza 24 de julio, la Heladería de Domenico Almonte, el Cine, los ríos Guatire y Pacairigua, los papeloncitos de Braulio, las conservas de cidra de las Espinoza-Porto, las peluquerías de María Arnal y las Petrizzo, los balnearios de La Churca, La Llovizna y Los Tres Pozos, las arepitas de Isabelita, los vestidos de la Negra Matamoros, Leonidas Sequín, Mercedes Armas y Camila Grippa, los trajes de Sanz y Alayón, el Hospital Santa Marta. La Casa Grippa, Las 3 B, la Bodega El Cañón, las Panaderías de Rebanales, Maracuchito y Urrutia, el abasto de Pedro Manuel Pompa; en fin, nada que inventar en Caracas pese al buen servicio de El Amigo del Pueblo. Claro, ya mayorcitos, quienes podían iban a estudiar en la Miguel Antonio Caro, la Experimental Venezuela, la Escuela Nacional de Enfermeras, la Gran Colombia y los menos a la Universidad Central de Venezuela.

Como dijimos previamente, La Voz de Guatire era un periódico favorable al gobierno de Eleazar López Contreras, y apoyaba las candidaturas de Juan Yánez y Elías Centeno a la Asamblea Legislativa. Al Concejo Municipal aspiraban Francisco Manzo, Alciro Palacios, Rafael J. Díaz, Aquiles González, Juan Francisco Graterol, César J. González y Fermín Gámez. Calificaban sus planchas como “Democrática, Anticomunista y Antigomecista”. Por su parte, el periódico opositor, El Indio, denominaba sus planchas como “Popular y antigomecista” y proponían los nombres de Carlos Martus y Jesús María Pacheco a la Asamblea Legislativa. Los aspirantes a la Cámara Municipal eran Pablo Pérez López, Luis F. Graterol, Juan María Pereira, Benito Barrios, Trino Rojas, Rudecindo González y Felipe Ordaz.

Las acusaciones más serias que leímos entre unos y otros fue la de comunistas y “pdnistas” (El Partido Democrático Nacional fue la organización germinal de Acción Democrática), dirigido desde La Voz Guatire hacia sus rivales, y de “continuistas y gomecistas”, desde El Indio para sus adversarios. Además de las notas sociales, complementaban el espacio noticiario informaciones sobre el beisbol, única actividad que verdaderamente apasionaba a los guatireños. Los clubes Lanceros y Guatire, acaparaban la discusión abierta y acalorada ya que la política era una actividad circunstancial para los guatireños. Posteriormente el equipo San Luis sustituyó al Guatire, y la efusión continuó, sin la injerencia política.

 

Actividad social

Paralelamente a las elecciones de 1939, hubo otro proceso electoral que generó sanas, pero no por ello menos encendidas, polémicas en las tertulias de la plaza 24 de Julio. La Voz de Guatire promovió una votación mucho más participativa y democrática, porque podían votar todos, sin restricciones de edad, género y formación académica. Se trataba de elegir a la mujer más linda del pueblo, y por el honor de ser Miss Distrito Zamora, el semanario estableció que las concursantes deberían cumplir los siguientes requisitos: venezolanas, residentes en Guatire o Araira, mayor de 15 años y menor de 30 y, por supuesto, solteras. Para votar solamente había que recortar un cupón publicado en el diario, llenarlo con los datos de la favorita y enviarlo al periódico.

La motivación fue tan grande que se inscribieron 36 hermosas damas: Albertina Manzo, Ana Bertrand, Ángela Berroterán, Aura García, Avilia Porto, Camila Aranguren, Carlota Toro, Carmen Rosa Tovar, Celia Rangel, Clotilde Arenas, Consuelo Porto, Corina Gámez, Delia Milano, Elvira Possamay, Felicia Quintero, Gertrudis Daló, Hilda Soto, Josefina de León, Luisa García, Margarita Centeno, María Gracia Delgado, María Graterol, María Manzo, Miguelina Delgado, Nina Alemán, Ofelia de León, Olga García, Paulina Alfonzo, Pilar Toro, Rosa Alfonzo, Rosa Perdomo, Rosa Porto, Servia Toro, Socorro Porto, Sofía Arenas y Sofía Rico.

Los escrutinios se realizaron el 27 de agosto de 1939, y en la edición N° 15, del 03 de septiembre del mismo año, La Voz de Guatire anunció los resultados, declarando ganadora a la señorita Paulina Alfonzo (7.442 votos), primera finalista a Carlota Toro (6.732 votos) y segunda finalista a Celia Rangel (1.012 votos). Se trataba más de un concurso de popularidad que de belleza propiamente dicho y aun cuando nadie puso en duda la hermosura y donosura de Paulina Alfonzo, son muchos los consultados que aún suspiran por el glamoroso encanto de Carlota Toro.

Así, en ese marco socio-económico y político de una comunidad semirural, se asentó el juego de pelota en Guatire; en veinte años los jóvenes le tomaron el pulso al juego. La rivalidad siempre giró en torno a dos equipos Guatire y Pacairigua a principios de la década de los treinta; Guatire y Lanceros a mediados de ella; Lanceros y San Luis al final; estos últimos se fusionaron para dar vida al Gavilanes en 1943. No había para más; la población, ya lo dijimos, era pequeña y la actividad requería de logística y organización, elementos con los cuales no estábamos familiarizados.


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