Decálogo para lanzar la bomba atómica
Escrito por Carlos Balladares C. | X: @Profeballa   
Jueves, 07 de Agosto de 2025 00:00

altLa mañana del 6 de agosto de 1945 en la ciudad de Hiroshima, cuatro misioneros jesuitas descansaban a las 8:15 después de la misa matutina en la rectoría de la iglesia “Nuestra Señora de la Asunción”.

La misma quedaba a tan solo 1300 metros de la llamada zona cero de la explosión de la primera bomba atómica usada contra el Japón. El padre Wilhelm Kleinsorge, s.j. recuerda:

La luz era tan intensa que no podía ver nada más que ese resplandor blanco. El ruido fue ensordecedor. Pensé que el mundo se había acabado. Luego, la oscuridad y el silencio. Cuando pudimos  levantarnos, no teníamos ni idea de lo que había sucedido. Mi cuerpo  no tenía lesiones visibles, pero sentía una fatiga y una extraña  debilidad. Lo que más recuerdo es el hedor a quemado y el lamento constante de la gente que buscaba a sus familias entre los escombros  (Hersey, J.; 1946, Hiroshima).

Los cuatro fueron protegidos por la estructura de hormigón del templo que es de los pocos que quedaron en pie en la ciudad, más adelante ellos hablarán de una intervención divina por su constante rezo del rosario porque todos tuvieron heridas leves y pudieron salir a ayudar a las personas. El noviciado quedaba a 4 kilómetros en Nagatsuka y allí el padre Pedro Arrupe, s.j. tuvo una experiencia parecida: "En el momento en que abrí la ventana, una tremenda luz blanca, mil veces más brillante que el sol, llenó todo el cielo. (...) Nunca olvidaré los gritos de los heridos, buscando a sus madres o pidiendo agua. Era el infierno en la tierra" (Arrupe, P.; 1987, Testigo del Siglo XX). La mayor parte de los testimonios señalan experiencias parecidas, pero quizás lo más terrible sea la imagen que describe el padre Hugo Lasalle, s.j.:      

Cuando la explosión cesó, el primer instinto fue salir a ayudar. Los que    salimos éramos una minoría. Vimos una ciudad completamente destruida, reducida a cenizas. Cientos de personas llegaban a la colina   donde estaba nuestra residencia, con heridas horribles, algunos con la piel colgando de sus cuerpos como si fuera ropa. Nuestra casa se convirtió en una especie de hospital improvisado, y dedicamos días y    semanas a atender a los heridos y a enterrar a los muertos (Massa, C.    M.; 1969, Hugo Lassalle: His Mission to Japan and His Contribution to the Church).

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En la película de Anime: Hadashi no gen/ Hiroshima (Mori Masaki, 1983) que me impresionó en mi adolescencia, reconstruyen esta imagen espantosa de los cuerpos que se derriten y la piel que les cuelga, generando una legión de personas que parecen muertos vivientes. Muchos de ellos pensaban que no tuvieron la suerte de quedar como sombras o siluetas grabadas en la superficie de edificios y calles debido al calor intenso y la radiación de la explosión. De igual forma este horror se puede observar en el documental estrenado hace pocos días en la Deutsche Welle (DW): Hiroshima - Una historia de supervivencia, duelo y perdón tras la bomba atómica (J. R. Helfefinger, 2025) que relata la historia de un “hibakusha” (en Japón es el término que se usa para las personas afectadas por las explosiones atómicas) llamado Shinji Mikamo (1926-2020), y en el cual se muestran imágenes que solo se dieron a conocer 30 años después de lo ocurrido. Otro testimonio, pero desde una perspectiva muy distinta, es el del co-piloto Robert Lewis del B-29 que lanzó la bomba: el “Enola Gay”:  "Dios mío, ¿qué hemos hecho? La explosión fue tremenda... Se extendió en un círculo de llamas, cubriendo todo el cielo... Era tan hermosa y tan horrible."

Los testimonios de las víctimas de la guerra siempre deben tener el primer lugar en la historiografía, y es lo que hemos hecho en este artículo destinado a explicar por qué se desató la devastación atómica que cambió para siempre la historia de la humanidad. Ahora cumpliremos con la promesa de nuestro título, al explicar las diez razones que se han analizado en el debate historiográfico para decidir y justificar su lanzamiento sobre civiles por parte del presidente Harry S. Truman junto a sus asesores, secretarios y comandantes. Bombardeo que generó 80 mil víctimas en los primeros minutos y 60 mil más hasta finales de 1945 (por las consecuencias de la radiación y la explosión en general). Se debe comprender que todas tienen una fuerte interrelación con el principal argumento: poner rápido fin a la guerra.

1. Salvar vidas (estadounidenses principalemente) al forzar la  rendición incondicional. En nuestros anteriores artículos sobre la Batalla de Okinawa y la Conferencia de Potsdam analizamos la percepción que tenían los aliados del alto costo humano que significó la conquista de Okinawa, presagio de lo que sería la invasión de las islas principales (algunos pronósticos calculaban que el mínimo serían mayores de 300 mil soldados yanquis y entre 1 y 2 millones de soldados y civiles nipones). Winston Churchill (1957) en su obra sobre la Segunda Guerra Mundial señala que la bomba debía ser usada de inmediato por esa razón, y Truman (1955) mantiene la misma idea en sus memorias y el argumento es reproducido en su biopic y documentales señalados en anteriores entregas.

2. Acelerar el fin de la guerra, y de esta forma satisfacer la opinión pública estadounidense que anhelaba la paz. En general existían un agotamiento en las tropas y los civiles de los países que estaban en guerra. El reclutamiento y las carencias generadas durante los 4 o 5 años dependiendo del país, eran ya intolerables y la experiencia de la Primera Guerra Mundial con sus fuertes protestas finales era un hecho presente en la memoria. Un buen ejemplo fue el voto a favor de la izquierda democrática (el laborismo) en el Reino Unido, e incluso era un aspecto que los gobernantes del Japón temían.

3. Demostrar la capacidad destructiva de la bomba atómica, y de esta forma justificar una las mayores inversiones que realizó el complejo industrial y militar estadounidense; e incluso conservarla y ampliarla. Y a lo externo mostrar al mundo que Estados Unidos era la primera potencia que con la nueva arma era prácticamente invencible. La famosa doctrina del “gran garrote” de Theodore Roosevelt ahora tenía la mejor propaganda, nacía de esta forma la diplomacia atómica: el mayor de los poderes disuasivos y negociador.

4. Detener el expansionismo soviético, en especial en el Lejano Oriente que con los acuerdos en Yalta (febrero, 1945) y Potsdam (julio, 1945) iba a iniciar la invasión de Manchuria. El uso de la bomba impediría una división del Japón tal como ocurrió en la Alemania nazi por haber sido derrotada de forma conjunta, algo que fue planteado por Iosif Stali en agosto de 1945 pero que Truman rechazó categóricamente (Alperovitz, G.; 1995, The Decision to Use the Atomic Bomb and the Architecture of an American Myth).

5. Quebrar el espíritu “bushido” y “kamikaze” del alto mando del Ejército y la Marina japonesa, pero también de su cultura. De esta forma no solo facilitaba su rápida rendición eliminando los argumentos usados por los más belicistas y fanáticos dentro del círculo gobernante (y fortaleciendo las razones de los sectores que querían la paz), sino que al ser ocupado evitaría rebeliones y facilitaría la cooperación. La idea a largo plazo era hacer del Japón no solo una base sino un aliado en contra del naciente expansionismo soviético y una pieza fundamental en el control estadounidense del Pacífico y Asia (Hasegawa, T. ; 2005, Racing the Enemy: Stalin, Truman, and the Surrender of Japan; aunque no todos estos argumentos son desarrollados por él).

6. Evitar alternativas más costosas a nivel logístico para Estados Unidos y en vidas humanas para el Japón. Nos referimos a las propuestas de un largo bloqueo y bombardeos convencionales masivos para lograr la rendición. El espíritu “kamikaze” demostrado en las últimas batallas desde finales de 1944 impedirían un armisticio en medio del bloqueo, y la consecuencia sería una hambruna y una gran mortandad en el Japón. Propuesta que complicaría y haría interminable la guerra, y la imagen internacional de Estados Unidos como campeón de la libertad y los derechos humanos se vería cuestionada (Miscamble, W. D.; 2011, The Most Controversial Decision: Truman, the Atomic Bombs, and the End of World War II).

7. Experimento científico y militar que permitiría conocer su uso a gran escala; y su efecto sobre una ciudad, instalaciones militares y armas, militares y civiles. De esta manera los científicos podían conocer sus efectos, por lo cual apenas se logró la ocupación del Japón (septiembre, 1945) numerosos expertos se trasladaron a las ciudades que padecieron las bombas atómicas; realizando amplios informes sin respetar la dignidad de las víctimas. Las imágenes y resultados de estos estudios solo se llegaron a conocer por la opinión pública 30 años después. Si el futuro eran las guerras atómicas esta era la oportunidad de conocerla en la realidad y no en un desierto como fue la primera prueba (Herken, G.; 2002, Brotherhood of the Bomb: The Tangled Lives and Loyalties of Robert Oppenheimer, Ernest Lawrence, and Edward Teller).

8. La venganza definitiva de Pearl Harbor. El espíritu del castigo por la “ofensa” e “infamia“ de haber atacado a los Estados Unidos sin una previa declaración de guerra, se mantuvo durante toda la guerra en la opinión pública y como motivación de la lucha. Muchos sostuvieron por esto que la guerra del Pacífico era la verdadera lucha “americana” y no ir a rescatar a Europa. Además de las razones con un alto contenido religioso (cristianismo protestante) relativas al “ojo por ojo” y el “castigo divino” al mejor estilo de arrasar ciudades cual Sodoma y Gomorra;  y el racismo como había sostenido la propaganda antijaponesa que los deshumanizaba (Takaki, R.; 1995, Hiroshima: Why America Dropped the Atomic Bomb).

9.  Probar definitivamente la teoría del bombardeo estratégico formulada durante el período entre guerras (Giulio Douhet: 1921 y Billy Mitchell: 1925) la cual sostenía que el dominio del aire y el uso de bombarderos pesados podían ganar las guerras sin apoyo de otras fuerzas. Esto se intentó probar a lo largo de toda la Segunda Guerra Mundial, de modo que la bomba atómica era el fin del camino en este intento de hacerlo realidad (Bernstein, B. J. ; 1995, Hiroshima and Nagasaki reconsidered).

10. El “tabú nuclear” que significó demostrar que no se podían usar. Es una paradoja ciertamente, y es difícil comprobar que fue uno de los argumentos para lanzarla; pero fueron tan horribles sus consecuencias que la humanidad forjó esta conciencia moral. La certeza que el enemigo de la guerra atómica es la guerra misma. De modo que Hiroshima y Nagasaki fueron los ejemplos más disuasivos para su uso (Tannenwald, N. ; 2007, The Nuclear Taboo: The United States and the Non-Use of Nuclear Weapons Since 1945).

Una vez más volvemos a las víctimas para concluir con la resiliencia que mostraron ante el horror atómico, y en especial los que han anhelado que su martirio y sufrimiento deje la enseñanza de la necesidad de la paz. Paz, que desde el 6 de agosto de 1945 se hizo una condición ineludible para que la humanidad no llegue a su absurdo exterminio.

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