Sanciones a Venezuela |
Escrito por Luis Fuenmayor | X: @LFuenmayorToro |
Lunes, 17 de Marzo de 2025 00:00 |
a la producción de riquezas venezolanas, principalmente a la petrolera, que sigue siendo el corazón de nuestra hacienda y que lo seguirá siendo por mucho tiempo. Sanciones al comercio, a la venta del crudo y de todo lo producido. Sanciones financieras, que impiden o dificultan los pagos, las transacciones bancarias del Estado y todas las operaciones requeridas para el funcionamiento de cualquier país. La oposición extremista miente y manipula cuando dice lo contrario. Saben perfectamente que las sanciones dañan la economía. Se diseñan para afectarla negativamente y presionar para la producción de cambios políticos. Si la economía se interfiere, todo el pueblo del país sancionado lo sufre, por lo que se espera que se revele. Decir lo contrario es una estupidez o una burda manipulación de esa oposición. Históricamente se demuestra que la sanciones producen daño económico, deterioro de las condiciones de vida de la gente y sufrimiento del pueblo, ante el empobrecimiento generalizado del país; desempleo, inflación, devaluación monetaria, quiebra de las empresas y daños a la infraestructura productiva y de servicios. Se afecta el gobierno y la población. Ante esto, los gobiernos, para sostenerse en el poder, se adaptan y buscan opciones productivas, comerciales y financieras, para subsistir y mantener el poder. En la casi totalidad de los casos, las sanciones no han producido los cambios políticos buscados. Es decir, se sacrifica a la población en forma inútil, y selo hace por años, pues no se trata de medidas transitorias que logran su cometido en forma rápida. Recordemos nuestra propia historia. Ya hemos pasado por eso, a partir de 2018, cuando al deterioro producto de pésimos gobiernos, se sumaron unas criminales sanciones. Ya vivimos el acentuamiento de la escasez que teníamos, hasta llevarla a niveles insostenibles para la gente; el incremento de una devaluación existente por décadas, para llegar a niveles asfixiantes; la hiperinflación más elevada jamás tenida y una de las más altas del mundo entero en todos los tiempos y la profundización del deterioro de los servicios. Y todos sufrimos sus consecuencias. La probabilidad de que una política ya fracasada, producto de una estrategia de máxima presión contra Venezuela, sea ahora exitosa es casi cero. Podemos entonces en la práctica decir que es imposible que se tengan éxito por esa vía. La mayoría de los venezolanos rechazan las sanciones, petroleras u otras; las sabe contrarias a sus interese. La gente no está dispuesta a sacrificarse, para salir del gobierno de Maduro, en esfuerzos pueriles. Volver a esta práctica ya fracasada, no entusiasma a nadie. María Corina y los partidos y grupos alrededor de ella parecieran no darse cuenta de cuestiones tan obvias. No se percatan de que están actuando en contra de sus propios intereses, perjudicando su liderazgo, dándole excusas al régimen para ocultar su incapacidad y negligencia y atornillando a los gobernantes que se quiere derrotar. El caso electoral es patético, pues presenta la política de no hacer nada como la fundamental para producir un cambio. Es muy difícil que no hacer nada sea capaz de producir algo. Es como esperar que, sin actuar judicialmente ante los tribunales, independientemente de que estén controlados por el gobierno, se obtendrá la libertad del preso político que se esté defendiendo. Los mayores triunfos electorales de la oposición ocurrieron cuando participaron electoralmente y, además, lo hicieron unidos: Referendo de 2007, parlamentarias de 2015 y presidenciales de 2024. Si un ejército deja de combatir, abandona los campos de batalla, desaloja los espacios conquistados (vías de comunicación, instalaciones militares enemigas, puertos, aeropuertos, fábricas, campos de cultivo, pueblos y ciudades), no puede creer que con eso derrotará al enemigo. Y peor todavía, si además considera como adversarios a quienes también enfrentan a su mismo enemigo y fueron sus aliados en varios momentos de esa lucha. Un absurdo, por decir lo menos. |
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