Hay naciones que quedan absolutamente desprotegidas por la acción y omisión de los regímenes despóticos que las sojuzgan.

Desprotegidas de la Ley porque en ellas impera la ley de la jungla, o la ley de las mafias, aunque existan miles de leyes formales que son cenizas. 

Desprotegidas de la  tiranía, porque el poder hace lo que le da la gana, incluyendo fraudes colosales y el desprecio venenoso y represivo hacia los contrarios.

Desprotegidas de la verdad, porque el poder es una fábrica de inventar y difundir mentiras. Y peor aún, de medias verdades que tienen un núcleo verosímil pero que desfiguran la realidad para adaptarla a sus patrañas. 

Desprotegidas de justicia social, con salarios de miseria y la destrucción de los sistemas de educación, salud y seguridad social y laboral.

Desprotegidas de servicios que funcionen. Sin luz, sin agua, sin comunicaciones confiables. Y todo por esa mezcla de abandono y depredación que caracteriza a los mandoneros y sus colaboradores.  

Desprotegidas de una economía viable, por la ambición de asaltar todos los recursos productivos, hasta la destrucción ruinosa.

Desprotegida de seguridad, porque la fuente principal de la desprotección son las llamadas autoridades de cualquier nivel y actividad.  

Desprotegida de todo lo necesario para asegurar un futuro digno y humano. Una nación así debe liberarse para proteger sus derechos esenciales, fundamentos de la vida nacional.

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