Repensar la política venezolana
Escrito por Freddy Marcano | X: @freddyamarcano   
Martes, 15 de Julio de 2025 00:00

altVenezuela atraviesa un colapso político e institucional que ha degradado las condiciones materiales y morales de la vida en sociedad.

En este contexto, decidir sobre un modelo de reconstrucción no puede limitarse a la restauración del orden perdido, ni mucho menos a reciclar fórmulas fracasadas. Hace falta una visión renovada de país, que combine democracia sustantiva, justicia social y libertad ciudadana. Esa visión, en nuestro caso, sólo puede ser la de una socialdemocracia profundamente enraizada en la experiencia venezolana, que recupere lo mejor de nuestra historia política y lo proyecte hacia el resto del siglo XXI.

Durante décadas, el pensamiento socialdemócrata venezolano supo equilibrar institucionalidad democrática, progreso económico y movilidad social. A pesar de sus errores y limitaciones, esa visión y bajo ese modelo permitió consolidar los derechos laborales, la educación pública, el sistema de salud y la expansión de la clase media. Sin embargo, el agotamiento del rentismo, la corrupción política y el debilitamiento del pacto social permitieron la instalación de un asfixiante autoritarismo populista. Frente a este escenario, no basta con invocar el pasado: es necesario reconstruir un proyecto moderno de justicia y libertad que supere tanto el estatismo ineficiente como el mercado sin controles.

Una socialdemocracia venezolana del siglo XXI debe reconocer que no hay libertad real sin condiciones materiales que la sostengan. La igualdad de oportunidades no puede reducirse a un discurso de buenas intenciones; requiere políticas fiscales redistributivas, instituciones eficientes, servicios públicos dignos, educación de calidad y acceso universal a la salud. Sin estos mínimos requisitos, la democracia pierde legitimidad y la ciudadanía se desvanece. El reto está en construir un Estado que no sea omnipresente ni ausente, sino presente con sentido, eficiencia, austeridad y una profunda democracia.

Parte de esta reflexión nace del estudio de la tradición liberal, revisada con profundidad en el texto Reflexiones sobre el Liberalismo de Henry Ramos Allup, una obra que recupera las raíces éticas y políticas del pensamiento liberal como límite al poder y garantía de los derechos individuales. Esa perspectiva, lejos de oponerse a la justicia social, puede ser leída como un complemento indispensable: no hay libertad plena sin igualdad sustantiva, ni justicia posible sin instituciones que aseguren libertades públicas.

El camino no está en modelos importados ni en recetas técnicas desconectadas de la realidad. La socialdemocracia venezolana debe nacer de nuestras propias necesidades y capacidades. Venezuela necesita una economía mixta que promueva la inversión privada productiva, estimule la innovación y democratice el crédito, pero que también proteja al trabajo, combata la exclusión y corrija las asimetrías históricas entre regiones, sectores y grupos sociales. Esto exige un marco institucional fuerte, transparente y republicano, que permita controlar el poder por contrapesos y no por fidelidades políticas.

A la par de lo económico, urge reconstruir ciudadanía desde abajo. La democracia no puede limitarse al voto; debe ser una experiencia cotidiana, tejida en la escuela, el barrio, el sindicato, la cooperativa, el consejo comunal. Esta reconstrucción tendrá que formar ciudadanos conscientes de sus derechos y comprometidos con lo público. La Venezuela del futuro no puede fundarse sobre la pasividad, el clientelismo o la resignación. Debe levantarse sobre una cultura política participativa, crítica y solidaria.

La tarea que tenemos al frente no es elegir entre libertad y justicia social, sino la creación de un modelo donde se fundan ambas, un modelo que respete la dignidad de todos y reconstruya un Estado al servicio de la gente, del ciudadano. Esa es la ruta exigente, pero posible, que tenemos que afrontar si queremos alcanzar un futuro de largo alcance.

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