Entre el Orden y el Caos
Escrito por Freddy Marcano | X: @freddyamarcano   
Martes, 11 de Noviembre de 2025 00:00

altDurante siglos, la ciencia creyó que el universo funcionaba bajo leyes exactas, predecibles y estables.

Desde Newton hasta los sistemas industriales del siglo XX, la humanidad vivió aferrada a la idea de que el orden era el estado natural de las cosas. Sin embargo, en la segunda mitad del siglo pasado, la ciencia se topó con una revelación incómoda: la realidad no es lineal ni totalmente predecible. El físico Ilya Prigogine lo llamó “el fin de las certidumbres”. Lo que antes se entendía como caos, comenzó a revelarse como una fuente de creación y de orden superior. De allí surgiría una nueva forma de entender los procesos naturales y sociales: el pensamiento complejo, que Edgar Morin desarrolló con lucidez para explicar el entramado humano, político y cultural que nos define.

En la ingeniería de sistemas, esta evolución conceptual tiene un profundo sentido. Todo sistema, ya sea físico, biológico o social, busca mantener un equilibrio dinámico, disipando tensiones y reorganizándose frente al cambio. Cuando el sistema no logra adaptarse, entra en crisis, y de esa crisis puede emerger una nueva forma de organización. Lo mismo ocurre en la vida de los pueblos: los sistemas políticos, al cerrarse sobre sí mismos, se vuelven entrópicos, incapaces de transformarse. Entonces sobreviene la bifurcación, el punto donde el sistema puede reinventarse o colapsar. En Venezuela vivimos desde hace años en ese punto crítico donde el viejo orden no logra sostenerse, y el nuevo aún no termina de nacer.

Esta mirada científica nos permite comprender que el caos no siempre es destrucción. Prigogine mostró que los sistemas alejados del equilibrio pueden generar estructuras disipativas: formas de orden que nacen de la turbulencia. Morin, desde la filosofía y la sociología, complementó esta visión al afirmar que todo proceso humano combina orden, desorden y organización. En el caso venezolano, el deterioro institucional, la fractura económica y la desconfianza social no deben entenderse solo como síntomas de decadencia, sino también como señales de transformación. El desafío está en si podremos convertir este caos en una oportunidad para reorganizarnos como sociedad.

Desde una perspectiva socialdemócrata, comprender la complejidad implica reconocer que los problemas del país no tienen una única causa ni una solución inmediata. Requieren de un pensamiento integrador, que supere el dogma y la simplificación. La crisis no es sólo económica ni únicamente política: es un fenómeno sistémico que atraviesa las instituciones, la cultura, el liderazgo y la ciudadanía. Morin advierte que el pensamiento simplificador fragmenta la realidad y termina por hacerla incomprensible; y en el caso venezolano, esa simplificación se expresa tanto en la polarización política como en la negación de la incertidumbre. Queremos certezas donde ya no las hay, buscamos control en un entorno donde el cambio es inevitable.

La ciencia del caos nos enseña que las bifurcaciones no se controlan, se conducen. De igual modo, las sociedades no se imponen por decreto, sino que se reorganizan desde la base. Venezuela se encuentra en un punto de inflexión donde los modelos políticos tradicionales ya no ofrecen respuestas y las nuevas formas de organización social aún están en construcción. Este primer paso del análisis no busca ofrecer soluciones inmediatas, sino invitar a pensar la crisis nacional desde otra óptica: la de un sistema vivo, dinámico y transformable. Entender que estamos ante el fin de nuestras propias certidumbres puede ser, paradójicamente, el inicio de una nueva etapa de reconstrucción colectiva.


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