Mayda, la mujer que inspiró el nombre de la mítica quinta del Parque Ayacucho |
Escrito por Luis Perozo Padua | X: @LuisPerozoPadua |
Lunes, 30 de Diciembre de 2024 00:00 |
Hay quienes aún recuerdan la historia de amor del acaudalado yaritagüeño dueño de “Mercantiles El Globo” don Carmelo Giménez quien mandó a construir una majestuosa casona, entre 1921 y 1922, en un solar frente a lo que años después sería el Parque Ayacucho. El historiador Romel Escalona, cronista de la parroquia Concepción de Barquisimeto, asegura que el rico comerciante contrató a un arquitecto francés para dirigir la obra y cuyo proyectista fue el Hermano Juan. La casona fue diseñada al estilo de las mansiones que adornan las afueras de París, cumpliendo el deseo de una bailarina francesa que había llegado a Barquisimeto con la compañía de Filo Vagontier. El acaudalado comerciante, cautivado por su encanto, vivió con ella un apasionado, pero fugaz romance. La historia alcanzó su clímax cuando, en un arrebato de amor, él accedió a prestarle una considerable suma de dinero. Con aquella fortuna en sus manos, la enigmática diva partió rápidamente hacia su natal Francia, prometiendo regresar. Sin embargo, su ausencia se prolongó eternamente, y nunca volvió. Arruinado y con el corazón roto, don Carmelo Giménez vendió la casona en 1928 al cañicultor del Valle del Turbio, Cruz María Yepes Gil. La propiedad fue un regalo para su esposa, Julia Elena “Yuya” Joubert León, quien se instaló en la majestuosa residencia junto a sus hijos, Edgar y Beyla. Bella musa Mayda Yepes Gil fue las dos cosas: Hermosa y una musa. Y como suele suceder en los cuentos y las leyendas identitarias, esta dama inspiró el nombre de una de las casonas más icónicas de Barquisimeto, una de las más reseñadas y en cuyo entorno se han tejido innumerables mitos y fantasías. Allí, en la Quinta Carmen Lucía nacerá Mayda Josefa el 25 de marzo de 1935, razón por la que la propiedad inmediatamente adoptará su nombre. Nos cuenta José Miguel Bermúdez Castillo (sobrino nieto de Mayda Yepes Gil y cronista de la familia), que Mayda aprenderá las primeras letras en la casona, y antes de cumplir diez años hablaba varios idiomas, pues los aprendió de su madre, Doña Yuya, quien era originaria de Curazao. Mayda se formará en el reconocido Colegio Inmaculada Concepción de su ciudad natal para más tarde iniciar estudios medios en la ciudad de Nueva York, Estados Unidos. Regresará a la quinta por un tiempo antes de marcharse a Caracas para inscribirse en la Universidad Central de Venezuela de donde egresará con honores como abogada. Refiere Bermúdez, que Don Cruz María y su familia, en uno de esos tours por Europa que solían realizar, Mayda de 16 años conocerá al abogado tachirense Rómulo Moncada Colmenares. Ambos fueron flechados por Cupido. Transcurridos algunos años, en Venezuela se reencuentra con Rómulo, su amor platónico. Fastuoso fue el matrimonio que se celebró en los jardines elegantemente decorados de la quinta, con un suntuoso banquete y espléndido sarao con varias retretas y más de 250 invitados. La celebración de esta boda fue considerada una de las mejores de la época. De esa unión nacerán Rómulo, Alejandro y Alfonso. Pasados los años, Mayda celebrará sus segundas nupcias, en esta oportunidad con el Dr. Jonás Mendoza, con quien convivirá 17 años. Con él se establecerá varios años en París en donde perfeccionará el francés mientras su esposo cristaliza estudios de postgrado. Esa etapa de su vida fue una de las más felices. Posterior al divorcio con Jonás, Mayda fijó residencia en Mérida durante una década, en donde el dolor estremecerá su vida tras la pérdida de Alfonso, su hijo menor y quien fuera su más cercano y querido vínculo. Era una mujer muy carismática, inteligente, audaz y decidida -asienta Bermúdez- adicionando que Mayda fue mencionada en varias revistas regionales como: La mujer más elegante de Barquisimeto, nominaciones que soslayaba por ser una dama “sencilla pese a su posición social”. Bermúdez también describe, a modo de confesión, que Mayda era una mujer muy sensible “una musa inspirada en la poesía”, pues sus versos, lograban cautivar al más célebres de los autores, logrando que cualquiera sucumbiera a los influjos de sus poemas. Dejándome de mí en ti me he hallado sin espacio ni tiempo, en el supremo instante suspendida mientras la refulgente luz, con suavidad mi corazón tocaba la rosa palpitante en ígneo girasol fue convertida y el ave de cristal tendió sus alas al infinito espacio trascendida. New York 30-5-96 12 pm. A un amigo La amistad entraña humildad de mostrarnos al amigo sin fachada de descubrirle nuestros huesos calcinados y nuestra propia carne lacerada de ofrecerle lo que somos y más nada… Mérida, 30-5-97
Su hora final Cuando don Cruz María Yepes Gil falleció, el 4 de septiembre de 1964, Mayda y sus hermanos ya habían forjado sus propios caminos y dejado atrás la quinta hacía años. Ante esta nueva etapa, doña Yuya decidió repartir la herencia y cedió la casona a su hijo Edgar, quien terminó habitándola por menos tiempo del que su madre lo había hecho. La propiedad fue vendida a mediados de los años noventa y, pese a haber sido declarada Patrimonio Histórico y Cultural de la Nación por el IPC, hoy sobrevive en el más desolador abandono. En cuanto a la hermosa Mayda, sus últimos años transcurrieron en la tranquilidad de un hogar de retiro para ancianos, donde vivió un exilio involuntario, acompañada solo por el eco de sus recuerdos. Su hora final llegó el 26 de diciembre de 2024, poniendo fin a una vida marcada por el esplendor y también la melancolía. Los relatos sobre la Quinta Mayda, la legendaria casona situada en las cercanías del Parque Ayacucho, parecen no tener fin. Propiedad de una de las familias más influyentes de Barquisimeto, esta imponente residencia que guarda entre sus muros, siempre y para siempre, la historia de Mayda Yepes Gil, la dama cuyo nombre le dio vida y carácter.
Fotos: Colección José Miguel Bermúdez Castillo y Leonardo Yepes Gil
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