Tiempos difíciles, más no calamitosos
Escrito por Ricardo Ciliberto Bustillos   
Lunes, 07 de Abril de 2025 00:00

altEs algo que no podemos obviar. Estamos, querámoslo o no, entrando en una nueva era, no solamente tecnológica, sino también económica y, por supuesto, política.

Esta última, por ejemplo, ya comienza a manifestarse mediante otros criterios y comportamientos.

Aquella democracia, un tanto clásica, que por mucho tiempomfue una aspiración e inspiración, sobre todo en occidente, y que, específicamente, estribara en una guía y condición imprescindible para el establecimiento y consolidación de una sociedad en que la libertad, la igualdad y la justicia prevalecieran y – de paso - fueran sus más conspicuas características, poco a poco ha venido mutando hacia nuevos planteamientos y reacomodos que nos permiten pronosticar muchas innovaciones, siempre con las lógicas y hasta habituales resistencias.

La Inteligencia Artificial, por poner un caso, está adquiriendo un papel protagónico. No decimos decisorio y mucho menos definitivo. Pero, su desempeño en formulaciones hasta ahora ignotas, nos llevarán a situaciones a las que todos apostamos que sean factibles y beneficiosas.

La geopolítica está cambiando, por mencionar otro asunto. A pesar de que aún quedan algunos resabios y arrebatos, intenciones de imposiciones y sometimiento, y hasta decisiones intempestivas, el camino a seguir, a pesar de sus insospechados vericuetos y de las sorpresas de rigor, apunta hacia un futuro repleto de avances científicos, sociales, económicos y políticos que – tarde o temprano - nos obligarán a reformular las relaciones internaciones.

Nuestra democracia occidental debe sepultar sus viejos patrones de conducta y más aún, sus vetustos modelos de ejercicio. En todo caso, los poderes públicos están conminados a deslastrarse de su ya anquilosados, paralíticos e inoperantes arquetipos de funcionamiento. De ahora en adelante, deberán estar mucho más cerca del ciudadano común que a todas luces será más exigente en lo que se refiere al resguardo de sus derechos personales y de las obligaciones del Estado con la comunidad.

Venezuela no está ajena a estos cambios y urgentes modificaciones. Hay que ser optimistas. No se trata de asumir el papel del Cándido descrito magistralmente por Voltaire, ni mucho menos arrogarse la indiferencia, el conformismo y el “impórtame poco” del Dr. Pangloss, en la misma novela.

Debemos alzar la vista y sobrepasar estas dificultades. Una forma distinta de hacer política deberá surgir a corto y mediano plazo. Requerimos de nuevos líderes, con visiones diferentes y propuestas de largo alcance. Es cierto que la cotidianidad política tiene importantes ingredientes de pragmatismo, pero esto no impide que tracemos opciones y diseñemos novísimos objetivos para no quedarnos en la cola de los grandes cambios que se avecinan.

Son tiempos difíciles, más no catastróficos. La finalización de una época y el surgimiento de otra nunca ha sido fácil. La Historia así no los ha enseñado. Las transiciones siempre han sido espinosas y complejas. Hay que seguir adelante, con mucha ilusión y sobrada esperanza. El país – indudablemente- lo demanda sin mayores demoras y excusas.


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