El 26 de enero de 1985, a las 3:53 p.m., el Papa Juan Pablo II arribó por primera vez a Venezuela, convirtiéndose en el primer pontífice en visitar el país.

La primera visita del Papa Juan Pablo II duró 3 días, tiempo en el que visitó Caracas, Maracaibo, Mérida y Ciudad Guayana. En estas visitas dejó una huella profunda en la población venezolana y fortaleció la presencia de la Iglesia Católica en el país. Luego haría otra visita a Venezuela en 1996.

Karol Józef Wojtyła, conocido hoy como el Papa San Juan Pablo II, fue una figura monumental tanto en la Iglesia Católica como en el escenario mundial. Nacido el 18 de mayo de 1920 en Wadowice, Polonia, y fallecido el 2 de abril de 2005, San Juan Pablo II fue uno de los papas más influyentes y queridos del siglo XX. Su papado, que duró más de 26 años, estuvo marcado por su carisma, su firme defensa de los derechos humanos y su incansable labor pastoral (https://qrcd.org/7vbD ).

Antes de convertirse en papa, Wojtyła tuvo una vida marcada por la adversidad y la resistencia. Durante la ocupación nazi de Polonia, estudió en secreto para el sacerdocio y fue ordenado en 1946. Ascendió rápidamente en la jerarquía eclesiástica, siendo nombrado obispo en 1958 y arzobispo de Cracovia en 1964. En 1978, fue elegido papa, adoptando el nombre de Juan Pablo II.

Durante su pontificado, San Juan Pablo II se destacó por su enfoque pastoral y su habilidad para conectar con los fieles. Realizó más de 100 viajes internacionales, visitando 129 países, y usó estos viajes para promover la paz, la justicia social y la dignidad humana. Fue un defensor incansable de los derechos humanos y jugó un papel crucial en la caída del comunismo en Europa del Este, particularmente en su Polonia natal.

Yo era un joven estudiante de economía, cuando el Papa visitó la ciudad de Mérida el 28 de enero de 1985. Verlo pasar, rumbo a la Hechicera, ver su rostro, su sonrisa, su serenidad, su tranquilidad, sólo transmitía paz a quien lo miraba.

En la misa a campo abierto, en lo que es hoy el Campus Universitario de la Hechicera, de la Universidad de los Andes, San Juan Pablo II quien oficio la misa para los miles de creyentes reunidos, ahí nos decía:

“puede decirse, con razón, que los Andes constituye la reserva espiritual de la Nación”. Señaló también los desafíos de fe de la Iglesia, y se cuestionó: “¿A través de qué pruebas pasa la fe de los cristianos contemporáneos? ¿Cuáles son las pruebas en medio de las cuales ella debe madurar y crecer aquí, en Venezuela? ¿cómo debe ser esta fe para que la herencia apostólica responda verdaderamente a la herencia de los siglos?”. Y continuó diciendo: “Esa fe que ha sufrido y sufre los embates del laicismo y secularismo, debe ser renovada. Y renovar la fe es profundizar en el conocimiento de la doctrina católica (…) Solo esa fe renovada será capaz de conducir a la fidelidad: fidelidad a Jesucristo, a la Iglesia y al hombre” (https://qrcd.org/7v7o )

El Papa San Juan Pablo II, durante su largo y fructífero pontificado, escribió 14 encíclicas que abordan una variedad de temas teológicos, morales y sociales. Estas encíclicas no solo reflejan su profundo pensamiento teológico, sino también su compromiso con la dignidad humana y la justicia social.

Los diversos temas que aborda en estas encíclicas y en sus cartas y conferencias daría para elaborar una “Summa” de Juan Pablo II. Donde aborda temas desde la dignidad del trabajo humano en Laborem Exercens hasta la defensa de la vida en Evangelium Vitae.

Las enseñanzas de San Juan Pablo II ofrecen una guía valiosa para enfrentar los desafíos actuales. Su llamado a la solidaridad en Sollicitudo Rei Socialis y su reflexión sobre la moral cristiana en “Veritatis Splendor” subrayan la necesidad de una ética basada en la dignidad y el respeto por la persona humana. Todos estos temas siguen siendo relevantes para el mundo contemporáneo.

La encíclica “Fides et Ratio”, publicada por el Papa San Juan Pablo II en 1998, aborda la relación entre la fe y la razón, dos dimensiones fundamentales del conocimiento humano. En un mundo cada vez más marcado por el avance científico y tecnológico, San Juan Pablo II ofrece una reflexión profunda sobre cómo la fe y la razón pueden coexistir y complementarse. Para el científico católico, estas enseñanzas proporcionan una orientación ética que integra la fe y la razón, promueve la dignidad humana y rechaza el relativismo. Al seguir estos principios, el científico católico puede contribuir al avance del conocimiento y al servicio del bien común.

En “Sollicitudo Rei Socialis”, San Juan Pablo II se centra en la solidaridad como un principio fundamental para el desarrollo humano. Publicada en 1987, la encíclica responde a las desigualdades globales y a la necesidad de un desarrollo que incluya a todos los seres humanos. El Papa destaca que el verdadero progreso debe estar al servicio del hombre y no a expensas de los valores humanos.

En “Laborem Exercens”, publicada en 1981, aborda el significado profundo del trabajo humano. San Juan Pablo II enfatiza que el trabajo no es meramente una actividad económica, sino una vocación que permite al ser humano participar en la obra creadora de Dios. La encíclica subraya la dignidad del trabajador y el derecho a condiciones laborales justas y dignas. En un mundo donde la automatización y la precarización laboral son preocupaciones crecientes, Laborem Exercens sigue siendo relevante al recordar la importancia de valorar al trabajador por encima de las ganancias económicas. Promueve la justicia laboral y el respeto por los derechos de los trabajadores, temas esenciales en la discusión contemporánea sobre el futuro del trabajo (https://qrcd.org/7vZf )

San Juan Pablo II trabajó arduamente para renovar y revitalizar la Iglesia Católica. Promovió una visión de la Iglesia como una "familia de naciones" y abogó por la unidad y la reconciliación entre diferentes religiones y culturas. Convocó el primer Día Mundial de la Juventud en 1986, una iniciativa que se ha convertido en un evento crucial para la juventud católica de todo el mundo.

También fue un firme defensor de la tradición católica, reafirmando la oposición de la Iglesia al aborto, la eutanasia y el matrimonio entre personas del mismo sexo, al tiempo que defendía la dignidad y el valor de cada vida humana. Su encíclica "Evangelium Vitae" (El Evangelio de la Vida) es un testimonio de su compromiso con la vida y la familia.

En un mundo donde la vida está amenazada por diversas formas de violencia y desprecio, “Evangelium Vitae” ofrece una defensa contundente de la vida desde la concepción hasta la muerte natural. “Evangelium Vitae” identifica la existencia de una "cultura de la muerte" en la sociedad contemporánea, caracterizada por la aceptación y promoción de prácticas que atentan contra la vida. En contraste, el Papa llama a los cristianos a construir una "cultura de la vida" basada en el respeto, la protección y la promoción de la dignidad humana.

El legado de San Juan Pablo II trasciende las fronteras de la Iglesia Católica. Su papado fue un faro de esperanza y un modelo de liderazgo moral. Su firme oposición al comunismo y su apoyo a los movimientos de derechos humanos inspiraron a millones de personas en todo el mundo. Además, promovió el diálogo interreligioso y trabajó para mejorar las relaciones entre la Iglesia Católica y otras religiones, especialmente el judaísmo y el islam.

San Juan Pablo II fue también un defensor de la paz. Sus llamados a la reconciliación y su oposición a la guerra resonaron en todo el mundo, particularmente durante conflictos como la Guerra del Golfo y las guerras en los Balcanes. En 1981, sobrevivió a un atentado contra su vida, perdonando públicamente a su atacante, un acto que simbolizó su mensaje de misericordia y reconciliación.

El Papa San Juan Pablo II fue una figura trascendental en la historia contemporánea. Su vida y su pontificado dejaron una huella indeleble en la Iglesia Católica y en el mundo. Su carisma, su compromiso con la justicia y los derechos humanos, y su incansable labor pastoral hicieron de él un líder espiritual y moral para miles de millones de personas. Su legado perdura en las enseñanzas de la Iglesia y en los corazones de aquellos a quienes inspiró y tocó con su vida y su obra.