La innegociable esperanza
Escrito por Ricardo Ciliberto Bustillos   
Lunes, 11 de Agosto de 2025 00:00

altSi hay algo que ha caracterizado el siglo XX y lo que va del XXI ha sido el indiscutible afán de muchos países por vivir en democracia, otros por alcanzarla y los menos por sustituirla o desecharla. 

Estos últimos, de manera despiadada y sin tregua, han puesto en el paredón de fusilamiento el Estado de derecho. Da la impresión -entonces- que los demonios del totalitarismo andan por allí sueltos, desprovistos de máscaras y sin el menor disimulo por sepultar las libertades ciudadanas.

En estos días conmemoramos la derrota del totalitarismo en la II Guerra Mundial. Años de lucha, de innumerables sacrificios y deplorables muertes tuvieron que soportar las democracias occidentales para poder, finalmente, sobrevivir a esa oscura coyuntura. Lamentablemente, también recordamos las hecatombes de Hiroshima y Nagasaki.

Ahora, pareciera que – como en las películas de terror en que los cadáveres salen de sus tumbas - nos encontramos ante una reedición autoritaria, eso sí, con nuevas apariencias, atrayentes indumentarias y persuasivos discursos.

Tomando en cuenta esta situación, sería bueno y oportuno (en virtud de la fecha) recordar la trascendental “Carta del Atlántico” dada a conocer el 14 de agosto de 1941. Documento suscrito por Winston Churchill y Franklin Roosevelt en el que, a pesar de ciertas ambivalencias, se materializó un compromiso con la libertad, la paz, el progreso y la creación de las Naciones Unidas. La relevancia de esta carta reside en que -aun cuando los Estados Unidos no se habían involucrado directamente en el conflicto- el deber y la responsabilidad con las democracias, sobre todo las europeas, fueron sumamente decisivos para vencer el nazismo-fascismo.

En América Latina ha resurgido, con una fuerza inusitada y palpable, un autoritarismo que, con nuevo ropaje, como se ha dicho, es el mismo de antes, con similar guion, salvo algunos retoques de ocasión.

Se dice que la “Carta del Atlántico” fue firmada en el buque Prince of Wales, en la bahía de Placentia en Terranova, cerca de Canadá. Pero más allá de estos históricos detalles, lo que debe destacarse fue la decisión asumida por ambas potencias.

Aunque no estamos en presencia de una inmensa conflagración internacional, ¿podrían las democracias de América y Europa asumir posiciones contundentes frente a la oleada totalitaria que se otea y advierte en algunos países “de por aquí”? A estas alturas no hacen falta barcos ni trasladarse a sitios recónditos o lejanos. La tecnología ha superado con creces estos procedimientos. Solo se requiere voluntad y acciones contundentes para impedir su instauración y expansión.

Sin mayores rebusques y pretensiones académicas, en la “Carta del Atlántico” se planteó, entre otras aspiraciones, la defensa abierta de la libertades. ¿Por qué no hacerlo en una nueva o “aggiornata” versión?

Le escuché al Dr. Antonio Paiva, en la oportunidad de asistir a un foro celebrado en la sede de la Universidad Católica en La Castellana, mencionar una frase que, palabras más, palabras menos, advertía que “no estamos en una época de cambios, sino en un cambio de época”.
Tamaña verdad que nos obliga, sin dilación y excusas, a repensar el país y sobre todo la democracia de mañana.

Me tomo prestado lo dicho en una intervención televisada por Jorge Luis Borges: Tenemos que asumir el “deber de la esperanza”. Así de simple, aparte de ser una legítima aspiración o anhelo colectivo, también es un compromiso de todos. La esperanza no es negociable, es un deber. Por eso hay que ayudarla, aplicarla y hasta empujarla.

alt


blog comments powered by Disqus
 
OpinionyNoticias.com no se hace responsable por las aseveraciones que realicen nuestros columnistas en los artículos de opinión.
Estos conceptos son de la exclusiva responsabilidad del autor.


Videos



Banner
opiniónynoticias.com