El asesinato de Miguel Uribe Turbay: volver a la sensatez
Escrito por Trino Márquez C. | X: @trinomarquezc   
Jueves, 14 de Agosto de 2025 00:00

altLa dolorosa muerte del joven senador Miguel Uribe Turbay se produce en un momento especialmente complicado para Colombia.

El país se encuentra polarizado. La gestión de Gustavo Petro ha sido mediocre. El Presidente y el Gabinete Ejecutivo han creado a lo largo de estos años una atmósfera caracterizada por la incertidumbre y la improvisación. Es un Gobierno impredecible. El jefe del Estado pelea con miembros de su tren Ejecutivo, incluida la Vicepresidenta, frente a las cámaras de televisión. El plan de Paz Total, una de sus principales consignas durante la campaña electoral, se encuentra averiado por todos lados, especialmente luego del atentado contra Uribe Turbay.

A este complicado cuadro hay que agregar el polémico juicio contra el expresidente Álvaro Uribe Vélez, que ha exacerbado la animosidad entre la derecha y la izquierda; el fracaso de Petro para lograr el acuerdo permanente con el ELN para que deponga las armas; y el resurgimiento, con operaciones aún más agresivas, de la Segunda Marquetalia.

Además, la reacción del Gobierno ante muerte del líder emergente del Centro Democrático, aunque decretó un día de duelo nacional, no estuvo a la altura de lo que se esperaba en un trance como ese. Gustavo Petro debió haber realizado desde las primeras horas que se conoció el fallecimiento del senador, un conjunto de acciones de Gobierno que transmitieran la impresión de que el Ejecutivo asumía con plena conciencia la importancia y gravedad del hecho. Lo que ese crimen significaba para una nación que, desde el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán en 1948, ha sido sacudida por la violencia política, incluidos varios magnicidios, y la existencia de la guerrilla más longeva del continente. Se esperaba que Petro se refiriera a la necesidad de convocar a todos los colombianos a redoblar esfuerzos para evitar que el país continuara erizado, polarizado entre extremos que no se conectan entre sí y para los cuales resulta imposible trazar lazos de comunicación y alcanzar acuerdos mínimos que permitan preservar la concordia. La rivalidad con el Centro Democrático, cuya principal figura sigue siendo Álvaro Uribe, parece haber predominado en la conducta del gobernante colombiano.

Tampoco el Gobierno parece haberse esforzado en descubrir los verdaderos responsables del asesinato del senador. Las incógnitas alrededor del atentado han sembrado dudas y sospechas que se profundizan a medida que avanzan los días. Las aprensiones afectan la imagen del Ejecutivo. Colombia necesita saber cómo fue el entramado que condujo a accionar el arma homicida. Quién o quiénes dictaron la orden.

Mucho más consciente del significado y las repercusiones que podría desencadenar la muerte de Miguel Uribe Turbay, ha sido su esposa, María Claudia Tarazona. En sus primeras palabras frente a los medios de comunicación, la ahora viuda del senador acribillado señaló que este no es el momento de la revancha ni de la venganza, sino de la reflexión y la reconciliación. En Colombia hay que quitarle el oxígeno a quienes pretenden fomentar el terror. En esas emotivas palabras señaló que promover el entendimiento entre los colombianos era la mejor manera de honrar la memoria de su esposo. Habló como debería hacerlo el Presidente de una nación democrática, cruzada por diferencias y disputas propias de un país complejo.

Luego de la desaparición física de Miguel Uribe, especialmente por la forma como ocurrió, Colombia tiene ante sí el reto de recomponerse. Evitar la tentación de descarrilarse hacia la confrontación irracional entre los distintos sectores que se disputan el poder. El Gobierno de Petro ha sido tan deficiente y su desprestigio tan hondo, que luce altamente probable que en las elecciones del próximo año triunfe el candidato del Centro Democrático o un aspirante que no aparezca vinculado con el mandatario y el Pacto Histórico.

Una enseñanza que deja la forma como actuó el sicario contra Uribe Turbay, es que Colombia debe ser más eficaz en la lucha por reducir la pobreza y la desigualdad entre las clases sociales y entre las regiones que la integran. Los desequilibrios se han profundizado en ambas dimensiones. Colombia se encuentra entre los países con mayores desequilibrios en América Latina, de acuerdo con World Inequality Database. En este desajuste, los grupos paramilitares vinculados con la narcoguerrilla, los carteles de la droga y otras bandas delictivas, encuentran el caldo de cultivo para captar jóvenes y adultos dispuestos a perpetrar crímenes atroces por encargo. Para obtener una determinada cantidad de dinero.

Cuando se combinan la violencia política con los desajustes sociales acentuados, emergen las condiciones en las que aparecen los demagogos ‘salvadores’ y los ‘hombres fuertes’, que vienen al rescate de la nación debilitada e indefensa. En esos casos, la democracia siempre sale lesionada.

Esperemos que el asesinato de Miguel Uribe Turbay sirva, como dice su esposa, para que Colombia retorne al camino de la sensatez y la paz.

  


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